miércoles, 20 de mayo de 2015

Estampas del siglo pasado

3- El primer hogar
Casa Muñoz…
donde un peso
vale dos”.

¿”Valen dos” mis recuerdos, José?

A veces me duele la memoria a pesar de ser memoria de momentos felices.
El primer televisor en blanco y negro que compró Jorge, mi marido, fue una sorpresa, lo trajo envuelto en papel madera. Era algo más grande que una caja de zapatos.
¡Adiviná qué tengo acá!
Te compraste zapatos, pero la caja es demasiado grande… ¡Ah, un televisor!
¿Dónde te parece que lo pongamos? Tiene que ser en un lugar donde lo podamos ver siempre. Además, hay que ubicar el transformador…

Teníamos televisor, José.
Es la nostalgia, que duele como puede doler la espalda, o el cuello, o la cintura. Son palabras del pasado, retazos de diálogos metidos en los dobleces del olvido.
Mamá, ¿cómo no tenés WhatsApp?
¿WhatsApp? No, mi celular no lo admite, tiene más de diez años…
Pero, comprate otro. Es necesario que tengas WhatsApp.

¿Necesario, José?
Necesario, ¿para qué? Me sobra el crédito de mi celular y hago llamadas compulsivas para gastarlo cuando se acerca la fecha de recarga.
Mamá, te has quedado en el tiempo.

Me he quedado en el tiempo, José.
Me he quedado en mi cama “camera”, llamábamos así a nuestra cama grande, con sábanas blancas, blanquísimas por el Azul, (suplemento que venía en forma de cajita cuadrada que agregábamos al último enjuague). Sábanas bordadas, duras por el almidón, y la colcha también blanca, tejida al crochet por mis tías.
Me he quedado en nuestro primer auto, un Fiat 600 azul, chapa RAD 6856. Fiat de dos puertas en el que Jorge debía poner muy atrás el asiento porque no le cabían sus largas piernas y sus pies enormes calzados con zapatos negros acordonados.
Me he quedado en sus lecciones para enseñarme a manejarlo, en sus explicaciones interminables sobre cómo estacionar.
Jorge, poniendo cajones para simular dos autos y allí tenía yo que meter el Fiat.
¡Se impacientaba!
Yo era, (soy), torpe, José. Qué me importaba estacionar. Yo quería sentir a Jorge a mi lado, sentir su tibieza, abrigarme con sus palabras que a veces no escuchaba para sentir solamente el sonido de la voz, rozar su mano puesta en el cambio de marcha…
Mamá, hacé una transferencia de banco a banco. No andés por la calle con dinero.
¿Transferencia?
Te has quedado en el tiempo, mamá.

“ He pintado mi casita
Y la verja del jardín,
pero antes de pintarla
he consultado a Martín”.

Pinturerías Martín. Pintamos nuestra casita, José, ante de casarnos. Discutíamos sobre los colores:
Mejor blanco, toda la casa blanca, incluso las aberturas. Así, parecen más grandes las habitaciones.
Me gustan colores más fuertes… Un celeste para la pared del respaldo de la cama. A lo mejor, en el comedor alguna paredcita de color. Y todo lo demás, blanco, Jorge.

“Pinturas Colorín
de pinturas el campeón
y así queda consagrado
el mágico pincelito
y colorín colorado”.

Usamos pinturas Colorín, José.
Pintamos celeste la pared del respaldo de la cama y beige subido la que estaba detrás del trinchante, un mueble antiguo que nos regalaban mis padres y que había pertenecido a los abuelos paternos. Y nada más, porque la casita solo tenía dos habitaciones, cocina y baño. En un rincón del comedor, el Winco, el tocadiscos. Y en otro, sobre una mesita, el televisor en blanco y negro.
Jorge, ¿dónde metemos la Remington? Tu máquina de escribir es enorme. Y vos la usás todos los días.
No te preocupes. La guardamos en la parte de abajo del trinchante y cuando yo la necesite, la saco… También ponemos allí los papeles.
Poco tiempo después –por 1968– compramos el lavarropas, tenía rodillo a manija para estrujar la ropa y había que enjuagar a mano. Otro problema: ¿Dónde ubicarlo? Tenía que estar cerca de una rejilla para desagotarlo… Lo pusimos en la cocina, José, porque tenía más espacio y además estaba la pileta para enjuagar la ropa. Con el lavarropas ya no fue necesaria la tabla de lavar… Usaba jabón en polvo “Rinso”; y para lavar las prendas más delicadas que no se ponían en el lavarropas, jabón en panes “Sunlight” (sunli). Para los bebés con piel delicada, jabón “La perdiz”.
Jorge, no te pongas gomina en el pelo. Dejalo suelto. Te queda más lindo. Además es más moderno.
Queda más prolijo así pegado.
Parecés Carlos Gardel en rubio… Papá usaba hace años gomina “Brancato” o “Glostora” y no le dejaban el pelo tan duro…
Ahora sí que usa “el pelo suelto”… pelado como está…
Jorge se peinaba con raya al costado y el pelo hacia atrás, en ambos lados.
Jorge se compró un traje negro y una camisa con gemelos en casa Muñoz para nuestra boda.
La primera ilusión, la primera vez, duele el recuerdo, José… es que implica que fue, que ya no está, que es sólo memoria arrancada de alguna parte para contar estas cosas… añoranza de tiempos ya vividos.
No me importa haberme quedado en la época de mi niñez, de mi juventud, de mi primera vez para tantas cosas, de la llavecita para abrir la lata de paté foie (pronunciábamos patefuá), del “Eau de Cologne Atkinson”, de los fósforos “Rancherita”, de mis amores.
Soy obsoleta.
¿Soy obsoleta? Voy a buscar la palabra en el diccionario…
Sí, soy obsoleta ¿y qué? No me molesta.

Basta por hoy, José. Basta de nostalgia.


4 comentarios:

  1. Te dolía la memoria, que te olvidaste de poner tu nombre? !Por favor decime quién sos, tu texto me fascinó, es muy creativo y tremendamente profundo! POR FAVOR DECIME QUIÉN SOS!!!!!!!!!

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  2. Susana Olivera... Es verdad!!! Hasta eso se esconde en alguna parte de la memoria. Mi nombre... Cariños
    Susana

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  3. Yo también busqué el nombre y no lo encontré, pero me jugué que eras vos, Susana. Insisto, tus diálogos y descripciones son hermosas. Felicitaciones. Ana María.

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  4. Me emocioné con tus relatos. Muy vívida la forma de narrar. Felicitaciones!. Teresita.

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