martes, 12 de mayo de 2015

Dos finales infartantes

Haydeé Sessarego

Voy a tocar uno de los temas que tanto se piden en nuestros encuentros semanales: el fútbol. Este relato transcurre a comienzos la década del 70.
 En diciembre de 1970, Central se jugaba la final contra Boca en Buenos Aires en cancha de River. Era la primera vez en la historia profesional canaya.
 Aclaro que buena parte de esta historia me fue contada por Juan, mi compañero de vida. En la mañana temprano, partieron en un Fiat 600, hacia la entonces Capital Federal.
Fueron Carlitos dueño de la “máquina”, Fito, Juan y Piru. Me interesa recordarlos porque dos de ellos ya no están entre nosotros.
Luego de varias horas de ruta, que además estaba saturada por la hinchada canaya, ya que era de mano única, almorzaron una Coca y un chori y ¡a sufrir! contra el equipo mejor posicionado y rival difícil.
En el estadio ambas hinchadas entonaban sus cánticos típicos, pero no había agresiones que pasaran de un insulto o cargada del contrario.
Central empezó ganando y a los 34 minutos del segundo tiempo Boca empató. Fueron a tiempo suplementario y el local hizo un gol que definió el partido. Esto fue así, porque instantáneamente la hinchada, que se dice “la mitad más uno del país2, invadió el campo de juego y no dejó terminar la contienda. Hubo una clara intención del árbitro de dejar a Boca, como el campeón de 1970.
Mi novio, Juan y Hugo, el de mi hermana menor, Adriana, eran fanáticos canayones. Pero… hete aquí que mi padre y mi hermano mayor, Charlie, eran fanas de Boca.
Mi padre era oriundo de Villa María, Córdoba. Estuvo pupilo en un colegio primario de curas y uno de sus maestros, le regaló, allá por los años 1920 y pico, un ejemplar de la revista “El Gráfico” para que se quedara quieto y no molestara con sus travesuras. Así, sumado a que su familia era de origen genovés, se hizo hincha del equipo xeneize.
Charlando con mi marido, me contaba una vez más en estos días que, pese al resultado adverso y arbitrario, no hubo agresiones en el estadio ni a la salida. Solo rostros tristes contra otros rostros exultantes.
Mi hermano no fue porque en medicina como en otras facultades de la UNR, se rendía ¡hasta en enero! Transcurría la penúltima dictadura militar, que finalizó el 25 de mayo de 1973.
Este partido se disputó el 21 de diciembre1970.
El 22 nuestros novios irían a casa de mis padres. Cómo olvidar los ruegos de Adriana y míos pidiéndoles a papá y Charlie que “no cargaran a los chicos”. Llegaron muy tristes como más de la mitad de la ciudad. ¡ Estuvieron” ahí” de salir campeones!
¡Inolvidable!: la ciudad adornada de azul y amarillo, a rayas verticales se entristeció y todas las banderas, banderines, luces de esos colores se fueron descolgando de a poco en esos días.
Pasó un año y Central llega a la semifinal, pero esta vez contra el clásico rival local, Newell’s Old Boys, otra vez en cancha de River.
¿Qué canaya y/o leproso no iba a concurrir a ese convite? ¡Todos y más también aunque no fueran de las escuadras rivales!
Aquí una anécdota particular: el Carlitos, dueño del Fiat 600, no iba. ¿Cómo llegar al “Monumental”?
Olguita, novia de Fito, nuestros mejores y más íntimos amigos, que nos dejaron muy temprano, él en 1998 y ella en 2002, sacó subrepticiamente la llave del auto de su padre, un Fiat 1500, que habían apodado muy graciosamente como… ¡lamento no recordarlo y no contar ya con las fuentes originales! Todo el grupete lo empujó por avenida Belgrano. Aproximadamente una cuadra más adelante, lo arrancaron para que padre y madre nos escucharan. Desde allí, ¡camino a Buenos Aires! El “ingeniero”, padre, notó el faltante varias horas después. Se enojó un poco, pero como era un hombre excepcional comprendió enseguida y creo que no dijo nada.
La ruta 9 era un desfile interminable desde la madrugada de coches, colectivos, camiones y todo vehículo que sirviera para llegar, además del infaltable ¡tren en donde viajaban hasta arriba de los techos de los vagones!
Ya en la cancha colmada, recuerdo verla por televisión, desde ya en blanco y negro, tampoco pasaron de cargadas, algún insulto y también algunos puñetazos. Nada mucho más grave.
Central vence con la famosa palomita de Aldo Pedro Poy el 19 de diciembre de 1971. Rosario estalló en una alegría y algarabía ¡inolvidables! muy acordes a esos tiempos.
El 20 por la noche la ciudad con la hinchada, simpatizantes, como quien esto relata, fue una ¡fiesta canaya y peronista! Sin que nadie sienta que esto es partidario, porque al menos de mi parte ya no lo es, la consigna como cántico subidos a camiones, chatas, etcétera fue: “Qué lindo, que lindo que va a ser, Central campeón del mundo, Perón que va a volver”. Me interesa remarcar esto, porque se inscribe en esa década tan politizada y de militancia de la que los nombrados fuimos protagonistas, proviniendo casi todos de hogares gorilas.
En este contexto político social, Central salía campeón por primera vez. Para muchos fanáticos, cundía el entusiasmo y la alegría. La violencia empezó más adelante pero no fue precisamente futbolística.
Roberto Fontanarrosa, nuestro recordado “Negro”, inmortalizó esta final en su cuento: “19 de diciembre de 1971”. Para quiénes no lo leyeron lo recomiendo porque es, sencillamente ¡desopilante!
En esos tiempos, salvo excepciones por accidentes como el de la famosa tragedia de la, “Puerta 12” al término de un partido entre River y Boca en junio de 1968, ir a las canchas era una fiesta sin mayores riesgos.
Agrego como broche final, una rareza muy loable para esos tiempos. Piru era gay y concurría a Central junto a los muchachos y chicas que tanto lo quisimos siempre. Cuando nuestro equipo hacía un gol, él gritaba como todos los centralistas. Por qué negarlo, nuestro querido amigo era amanerado y los hombres de la popu en donde estábamos se daban vuelta y lo miraban. Nunca pasaron de dicho gesto, pese a que los tiempos eran de mucha discriminación relativos a las orientaciones sexuales de las personas.

Finalmente Central nunca salió campeón del mundo. Perón sí volvió. Pero eso es harina de otro costal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario