miércoles, 20 de mayo de 2015

La colimba – Primera parte

Luis Zandri

Una de las pocas cosas buenas que hizo el presidente Carlos Menem fue eliminar el servicio militar obligatorio, claro que no por decisión propia ni porque se le ocurriera a algún iluminado funcionario de su entorno, sino presionado por la muerte de un conscripto de apellido Carrasco, quien falleció después de que sus superiores lo sometieran a un baile, el cual consiste en ejercicios físicos exigentes, como carreras, saltos de rana, cuerpo a tierra, la tabla o lagartija, tocar el piso con una y otra mano mientras uno va trotando y varios más, rutinas utilizadas habitualmente por los militares para entrenar o castigar a los soldados conscriptos.
En el sorteo que se realizaba todos los años para determinar a quiénes se incorporaba y a cuál de las tres armas iba a ser destinado cada conscripto, en noviembre de 1964 me tocó en suerte el número 318. Si hubiera sacado unos pocos menos, me hubiera salvado por número bajo. Creo que ese año fueron incorporados hasta el 300. De acuerdo a la cantidad de incorporaciones ese número límite era variable cada año. Los números más bajos eran asignados al Ejército, los más altos a la Armada y los del medio a la Fuerza Aérea.
Fui incorporado el 4 de marzo de 1965 y dado de baja el 15 de abril de 1966, 13 meses y 11 días largos e interminables. Mi destino fue la 4ta. Compañía de Vigilancia, ubicada en el área de la Fábrica de Armas "Fray Luis Beltrán" y el Arsenal "San Lorenzo", en la ciudad de Fray Luis Beltrán. Durante ese año le cambiaron el nombre y la 4ta. Compañía de Vigilancia pasó a ser: Batallón de Arsenales 121.
Durante los tres primeros meses fue una experiencia muy dura, pero yo la tomaba con buen ánimo. Nos sometían a efectuar ejercicios físicos muy exigentes, maniobras militares y marchas todos los días y, además, por cualquier motivo que se les ocurría a algunos de los suboficiales a cargo de los distintos grupos, nos regalaban un baile como detallé al comienzo. Como a mí me gustaba mucho jugar al fútbol, todo eso lo hacía con buena disposición y entusiasmo, ya que lo tomaba como entrenamiento y puedo asegurar que daba buenos resultados.
Gracias a eso, varias veces me premiaban con descansos, por estar entre los mejores, mientras los demás seguían trajinando.
Además, en ese período de más o menos 90 días, nos enseñaron el uso y mantenimiento de las armas, que consistían en el fusil FAL y la pistola calibre 11.25. La instrucción incluía también el desarme, limpieza y armado de las mismas.
Cuando realizamos los ejercicios de tiro cuerpo a tierra con el fusil, con un blanco triangular pequeño a 150 metros me fue muy bien, ya que de cinco tiros los acerté todos y gané un día de franco, pero cuando me tocó hacerlo con la pistola, de pie, con una silueta humana a 25 metros me fue pésimo, de tres tiros los erré todos. El segundo jefe de la compañía, que era cordobés me estaba observando y con su particular cantito me dijo que parecía una vaca empantanada tirando con la pistola. Tuve que repetir el ejercicio y menos mal que acerté dos tiros porque si no me daban unos días de arresto.
En esos primeros meses también nos enseñaron los saludos militares, el comportamiento ante la presencia de un superior y el cumplimiento de órdenes y consignas.
(Esta historia continúa)


1 comentario:

  1. Espero la continuación de la historia. Fue importante la supresión del Servicio Militar, sobre todo por la humillación a la que se sometía a los conscriptos más de una vez. Me gustó mucho tu relato.
    Cariños
    Susana

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