miércoles, 27 de mayo de 2015

La Polaca

Paquita Pascual

Podría haberme inventado una, pero yo no necesito inventar nada.
Hace tres años que lo estoy sufriendo y relatarlo me servirá de catarsis.
Apareció en mi barrio de repente un día de verano; alta, discretamente vestida, su cabello cortado carré, denotaba una apariencia normal, con ciertos rasgos polacos o, tal vez, alemanes. Su edad, indefinida.
Siempre activa no aparentaba más de cuarenta años.
Siempre me intrigó la necesidad de congraciarse con los vecinos
Especialmente conmigo.
Con su casa a cuestas metida en bolsas de plástico se aparece todas las mañanas, donde una vez elegido el portal donde deposita sus pertenencias barre toda la vereda de la cuadra, limpia persianas y rejas.
Una vez terminada esa tarea cose o teje sentadita en el suelo. A veces, escribe y. cuando le pregunto “¿a quién escribes?”, ella me responde: “A Dios”.
Su figura se está deteriorando día a día. Ya no tiene aquel cabello brillante cortado a lo carré. Hoy, su cabeza parece una bola de billar.
Alguien me dijo que esos cortes lo hace la policía, que de noche hace otra vida…
Su blanca piel, que otrora lucía anacarada, hoy está ajada y marchita. Su boca, sin dientes, ya no pueden disfrutar de los alimentos que algunos vecinos le acercan.
Quisiera llegar a ella y ofrecerle mi ayuda, pero su orgullo me lo impide. Niega dormir en la calle y yo sé que lo hace.
Cuando le pregunto “¿qué estás cosiendo?”, me responde: “¡Me compre un pantalón y me queda largo!”. O: “Me compré medias y las guardo para salir”.
Yo que me digo cristiana no hago nada por ella más que alcanzarle algún alimento u alguna ropa abrigada, pero no la traigo a mi casa ni la siento a mi mesa
Ni le brindo una cama.
Cuando a la noche, al abrigo de mi hogar, su recuerdo me atormenta, le pido a Dios la envuelva en su calor; y, a la mañana siguiente, cuando salgo a la calle, busco desesperadamente su figura, para sentir que Dios me ha escuchado…
Pero yo sigo sin hacer nada por ella. 

3 comentarios:

  1. Hay veces que quisiéramos dar más de lo que damos, pero las circunstancias de la vida nos lo impide. No te sientas mal. Ella ya tenía su destino. Cariños. Ana.

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  2. Me hizo llorar compartir esta historia. Me duele tu dolor y tu impotencia por ayudarla. Es un ser hermoso, sin lugar a dudas. Y muy fuerte. Hermoso texto.
    Susana Olivera

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  3. Este relato me produce el mismo dolor que cuando te escuche leerlo.
    Un relato muy duro y humano de alguien que no se rinde.
    Un abrazo amiga.

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