martes, 6 de mayo de 2014

Chapita trucha

Por Juan José Mocciaro
Rosario, barrio “Las Malvinas” (ex Refinería), 4 de julio de 1947

Transcurría el verano del 63 y Coca Cola había lanzado un concurso que consistía encontrar el dibujo de un Ford Falcon debajo del corcho de la chapita, quien la encontrara era el ganador del auto y había otro para el dueño del negocio que la vendía.
Trabajaba en los Talleres Ferroviarios de Pérez. En el Cruce Alberdi, a las 5 de la mañana, tomábamos el tren obrero que nos llevaba desde Rosario a esa ciudad. La formación se quedaba ahí hasta la dos de la tarde que terminaba la jornada laboral.
Frente a los talleres y sobre la ruta se encontraba el bar de Doña María, que atendía junto a sus hijos. Antes de entrar a trabajar, los obreros iban a tomar unas copas para tener fuerza y calentar el espíritu.
Dos compañeros apodados Capa y Tortuga que eran los reyes de la broma empiezan a planear una chanza para Doña María. Capa que era un dibujante de primera inventa pintar un Ford Falcón en la chapita de Coca, valiéndose de una lupa, para que la copia saliera perfecta.
Después de varios estudios estratégicos, llega el día indicado, eligiendo el viernes, porque los sábados no trabajábamos, a la salida de los Talleres acuden al bar, se sientan en la vidriera y piden dos Coca Cola, especulando que el tren obrero salía a las 14.25 horas, y les diera el tiempo necesario para subirse y dejarla con la duda. Doña María les sirve el pedido, les retiene la chapita y ellos le dicen: “No la chapita es nuestra. ¡Viva la vieja!”. Tortuga saca el corta pluma, de reojo miraba el tren que arrancara, para ejecutar el cambio de tapita, sacarle el corcho, sin que se diera cuenta, ella los miraba atentamente para saber el resultado. Con rapidez de mago, deja al descubierto el dibujo del auto. Tortuga y Capa a los gritos salen corriendo: “¡Ganamos un auto, ganamos un auto!” y se suben al tren. La dueña a los alaridos les pide que vuelvan que a ella le tocaba también un auto.
Mientras el tren obrero arranca en busca de la próxima estación, Barrio Vila, asomados a la ventanilla veían como se ponían en forma paralela a la ruta Doña María y sus hijos con el auto siguiendo al tren buscando al afortunado.
El lunes era un infierno a la entrada de los talleres, había cámaras de televisión, radios, periodistas para entrevistar al dichoso ganador, pero Capa y Tortuga pasaron parte de enfermo durante quince días para no afrontar tamaña realidad que no la era, no se podían imaginar cómo iban a reaccionar Doña María y sus hijos cuando se enteraran que la chapita era trucha.
Algunos compañeros de trabajo se fueron preparando para contarles la realidad a Doña María y a sus hijos, para suavizar el desenlace. Nadie podía prever lo que harían. Fue tan terrible la picardía que no podían digerir tal joda.

Cuentan que los hijos andaban calzados con una pistola, los querían matar a los amigos de la broma. A los pocos días, a la entrada del bar rezaba un cartel “Este bar ha declarado personas no gratas a Capa y Tortuga”. 

4 comentarios:

  1. Bien contada y con gracia. Me gusto!!!

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  2. Dirán que pasó de moda la locura, pero yo seguiré soñando travesuras , nunca perdamos la frescura de aquellos años de hermosa juventud..
    Juan José, disfruté mucho este relato.
    Maria Rosa Fraerman

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  3. ¡Che! que poco sentido del humor...
    Aunque estos personajes eran de terror, más conociendo la avaricia de esta gente.
    Me encantó el aire festivo de tu relato.
    Un abrazo.

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  4. Comparto con Luis ¡Qué poco sentido del Humor!???????? CARMEN G.

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