Por Juan José Mocciaro
Rosario, barrio “Las Malvinas”
(ex Refinería), 4 de julio de 1947
Transcurría el verano del 63 y Coca
Cola había lanzado un concurso que consistía encontrar el dibujo de un Ford
Falcon debajo del corcho de la chapita, quien la encontrara era el ganador del
auto y había otro para el dueño del negocio que la vendía.
Trabajaba en los Talleres
Ferroviarios de Pérez. En el Cruce Alberdi, a las 5 de la mañana, tomábamos el
tren obrero que nos llevaba desde Rosario a esa ciudad. La formación se quedaba
ahí hasta la dos de la tarde que terminaba la jornada laboral.
Frente a los talleres y sobre la
ruta se encontraba el bar de Doña María, que atendía junto a sus hijos. Antes
de entrar a trabajar, los obreros iban a tomar unas copas para tener fuerza y
calentar el espíritu.
Dos compañeros apodados Capa y Tortuga
que eran los reyes de la broma empiezan a planear una chanza para Doña María.
Capa que era un dibujante de primera inventa pintar un Ford Falcón en la
chapita de Coca, valiéndose de una
lupa, para que la copia saliera perfecta.
Después de varios estudios
estratégicos, llega el día indicado, eligiendo el viernes, porque los sábados
no trabajábamos, a la salida de los Talleres acuden al bar, se sientan en la
vidriera y piden dos Coca Cola, especulando que el tren obrero salía a las 14.25
horas, y les diera el tiempo necesario para subirse y dejarla con la duda. Doña
María les sirve el pedido, les retiene la chapita y ellos le dicen: “No la
chapita es nuestra. ¡Viva la vieja!”. Tortuga saca el corta pluma, de reojo
miraba el tren que arrancara, para ejecutar el cambio de tapita, sacarle el
corcho, sin que se diera cuenta, ella los miraba atentamente para saber el
resultado. Con rapidez de mago, deja al descubierto el dibujo del auto. Tortuga
y Capa a los gritos salen corriendo: “¡Ganamos un auto, ganamos un auto!” y se
suben al tren. La dueña a los alaridos les pide que vuelvan que a ella le
tocaba también un auto.
Mientras el tren obrero arranca
en busca de la próxima estación, Barrio Vila, asomados a la ventanilla veían
como se ponían en forma paralela a la ruta Doña María y sus hijos con el auto
siguiendo al tren buscando al afortunado.
El lunes era un infierno a la
entrada de los talleres, había cámaras de televisión, radios, periodistas para
entrevistar al dichoso ganador, pero Capa y Tortuga pasaron parte de enfermo
durante quince días para no afrontar tamaña realidad que no la era, no se
podían imaginar cómo iban a reaccionar Doña María y sus hijos cuando se
enteraran que la chapita era trucha.
Algunos compañeros de trabajo se
fueron preparando para contarles la realidad a Doña María y a sus hijos, para
suavizar el desenlace. Nadie podía prever lo que harían. Fue tan terrible la
picardía que no podían digerir tal joda.
Cuentan que los hijos andaban
calzados con una pistola, los querían matar a los amigos de la broma. A los
pocos días, a la entrada del bar rezaba un cartel “Este bar ha declarado
personas no gratas a Capa y Tortuga”.
Bien contada y con gracia. Me gusto!!!
ResponderEliminarDirán que pasó de moda la locura, pero yo seguiré soñando travesuras , nunca perdamos la frescura de aquellos años de hermosa juventud..
ResponderEliminarJuan José, disfruté mucho este relato.
Maria Rosa Fraerman
¡Che! que poco sentido del humor...
ResponderEliminarAunque estos personajes eran de terror, más conociendo la avaricia de esta gente.
Me encantó el aire festivo de tu relato.
Un abrazo.
Comparto con Luis ¡Qué poco sentido del Humor!???????? CARMEN G.
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