Por Ana Inés Otaegui
Las frías y soleadas tardes de los
sábados, eran las preferidas para ir al campito Central Córdoba, hoy Parque Irigoyen.
Mi padre y mis hermanos, contentos, partíamos hacia nuestra mejor diversión. A
jugar, sí, a jugar con esos niños que solo veíamos ese día. Mi papá se
transformaba en uno más, diciendo lo saludable que es estar al aire libre, bajo
el sol, rodeados de árboles, el pastito…
Apenas unas cinco cuadras caminábamos
para llegar al campito. Recuerdo que en ese andar, estaba la propaganda del
gobierno de Frondizi. Yo me perdía leyendo lo que decía.
Cada uno, llevaba algo: el barrilete, la
botella de agua y, por supuesto, lo que nunca faltaba, la pelota de fútbol
número cuatro de color marrón.
A la una, a las dos y a las tres… se
largaba la carrera de correr, tan ansiada por mí, todos alineados en la
largada; éramos como nueve o diez chicos, la mayoría varones, el toque femenino
lo dábamos mis hermanas y yo. El viento pegaba en mi cara, los latidos de mi
corazón se aceleraban y esa emoción de que querer llegar rápidamente a la meta,
provocaban una gran felicidad, que hacía que más de una vez, ganara la carrera.
¡Qué alegría! Para mí, por supuesto. Los varones, luego tomarían revancha.
No faltaba oportunidad para remontar el
barrilete, que cuidadosamente habíamos hecho durante la semana, con las cañas
que recogíamos de un terreno baldío que lindaba con mi casa. Las pelábamos, las
cortábamos a lo largo y transversalmente; el papel barrilete, livianito y muy
colorido; el hilo de algodón reforzado, que nos permitía hacer los tirantes
simétricamente, porque si no respetaba eso, un fracaso resultaría remontarlo; y
finalmente la cola, la vedette, de esta obra, con retazos de tela que mi mamá,
como buena modista, siempre tenía.
No faltaba nuestro partidito de fútbol,
tan esperado, no tanto por mí, sí por los varones. Cómo nos divertíamos. Allí,
ellos se lucían con sus gambetas, recuperando su dignidad.
Un rico y humeante aroma de torta, nos
recibía cálidamente, acompañado con una taza calentita de café con leche, que
amorosamente mi mamá nos había preparado. “A lavarse las manos”, nos decía con
su voz dulce que siempre la caracterizaba. Todos sentaditos alrededor de la
mesa, con unas ganas de comerse todo; arrasábamos como langostas ese manjar. Se
soltaban carcajadas y risas, mientras veíamos en la televisión nuestros dibujos
animados: Mr. Magoo, Dick Tracy, El llanero solitario, entre otros.
Ya finalizando la tarde, nuestra
principal tarea, que nadie quería hacerla, era dejar lista la pelota de cuero
número cuatro para el próximo sábado; y eso en ¿qué consistía? En frotarla con
grasa de vaca, que previamente se derretía, largando un olor nauseabundo. Había
que tomarla con la mano para poder desparramarla bien y, así, cubrirla
completamente. Nos turnábamos con mis hermanos, un sábado cada uno, y así no
era tan desagradable.
¡Gracias papis, por una infancia tan
feliz!
Hermosa semblanza de una niñez compartida, aquel tiempo familiar al aire libre, donde la mente se cargaba de positivismo y aprendíamos a compartir, nada de eso se compara con la actualidad.
ResponderEliminarGracias por recordar y compartir.
Un abrazo.
Cuanta ternura en tu relato y con qué añoranza nos transmitís tus sentimientos y la alegría de ser dueños de una familia. Realmente hermosos. Cariños. Ana.
ResponderEliminarTu relato es tal cual....soy una de las protagonistas de esa historia, recuerdo las campanitas azules que cubrían los alambrados, las fogatas que se hacían al quemar las hojas secas y nuestro amigo Pepito ( un niño con Síndrome de Down) que siempre nos esperaba para jugar......hermosos recuerdos Margarita
ResponderEliminarLo que comentas es real....siempre ganabas todas la carreras. Recuerdo las campanitas azules en los alambrados, el humos y el ruidos de las hojas secas quemadas en el otoño. y especialmente a Pepito ( un niño con Síndrome de Down) que todos los domingos nos esperaba para jugar...Hermosos tiempos aquellos.....Margarita Otaegui
ResponderEliminarAna que emoción sentí al leer tu relato.con cuanta ternura has plasmado tus vivencias.Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarMaria Rosa Fraerman
Ani, gracias por compartir un pedacito de tu infancia, me has hecho revivir aquellos años tan felices y tan lejanos, llenos de inocencia y de sueños.......un beso....sil.
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