Por María Rosa Fraerman
Viajar siempre fue para mí una de
las experiencias más placenteras y el hecho de que mi hija se fuera del país en
2002, por la situación financiera que afectó la economía de Argentina, me dio
la posibilidad de conocer un país mágico y maravilloso.
Y así fue como un día me
sorprendió con la noticia de su partida. Enmudecí sin decir una palabra y un
frío intenso recorrió todo mi ser, hasta que comprendí que debía hacer su
propia experiencia. A pesar del dolor, respeté su decisión y entendí que el
verdadero amor era dejarla ir.
Muchos fueron mis consejos, sentí miedo e
incertidumbre de ese país tan lejano, desconocido y con costumbres tan
diferentes a la nuestra.
El día había llegado, Israel era
su destino, via
jó con su valija repleta de recuerdos y un “te amo”, que escribí en una hoja arrancada de su cuaderno y que escondí cuidadosamente entre sus ropas.
jó con su valija repleta de recuerdos y un “te amo”, que escribí en una hoja arrancada de su cuaderno y que escondí cuidadosamente entre sus ropas.
Y se fue un caluroso día de
verano, víspera de Nochebuena. Tal vez, brindarían cruzando el océano. Y yo
sola y vacía con mis ojos enrojecidos por el llanto y ese dolor tan intenso que
solo una madre puede sentir.
Los días pasaron aprendiendo a
vivir sin su presencia. El silencio me aturdía. Solo esperaba ansiosa noticias
y escuchar su voz en el teléfono.
Entonces, comprendí que dejarla
libre la ayudó a encontrar su camino.
Solo pasaron seis interminables
meses cuando por primera vez y a pesar del pánico a las alturas subí a un
avión, emocionada hasta las lágrimas y ansiosa por abrazarla.
Un día regresó con su hijita en
brazos, Internet me dio la posibilidad de conocerla y compartir horas
acariciando el monitor. Al verla, desde lejos en el aeropuerto, corrí hacia su
encuentro, me miró con esos ojitos color del cielo como los de su mamá, me
tendió sus bracitos y se acurrucó como buscando adaptarse a mí y quedarse a mi
lado para siempre.
Es tremendo el sentimiento que prodigas con tu relato, gotas saladas impiden la lectura y ese sentimiento de madre y abuela estruja el corazón.
ResponderEliminarGracias es hermoso, espero que tu nieta un día al leerlo comprenda tus palabras.
Un abrazo.
Gracias Luis, tu comentario me emociona en lo mas profundo.
EliminarRealmente hermoso! En tan pocas palabras decir tanto, es todo un arte. Y sé lo que es tener los niños lejos. Pero no te olvides que nuestros hijos, "son flechas lanzadas a la vida". Un abrazo reconfortante! Ana.
ResponderEliminarNuestros hijos son hijos de la vida, les damos la libertad para que hagan su propia experiencia .
EliminarAna Maria, gracias por tu tierno comentario y por visitar este hermoso blog
Como te entiendo....mi hijo se fue a vivir a Cordoba,mucho mas cerca,pero como me cuesta la distancia....somos gringos...acostumbrados a compartir la vida del dia a dia....nacio un nuevo nieto, y lo vemos crecer por internet...cuantas cosas se pierden....pero es asi ,no son nuestros...y despacio nos vamos acostumbrando....hermoso tu relato,me encanto...
ResponderEliminarANA ahora tienes la dicha de tener un nieto, y eso es hermoso, además están muy cerquita. Felicidades para vos y gracias por comentar
ResponderEliminarHermoso relato María Rosa, tierno y doloroso. Pinta una época del país. Muy linda la forma de expresar tus sentimientos.
ResponderEliminarElena Itati Risso
Gracias querida Elena por tus tiernas palabras.
EliminarMaria Rosa Fraerman
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