Por Esther Cuperstein (Ety)
Recuerdo que cuando comencé a
trabajar como maestra de este idioma, todos las planificaciones, materiales
didácticos y demás accesorios se confeccionaban con elementos caseros,
reciclados y muy poco se podía comprar. Pinceles, tijeras, papel glasé,
cartulinas, ceritas, gomas de pegar, lápices de colores, fibrón negro grueso y
después las hermosas fibras de colores.
Cada uno debía confeccionar con
mucha creatividad los recursos para atraer la atención de los pequeños alumnos
de primer grado. Éramos grandes magos que a través de distintos estímulos
accedíamos a confeccionarlos con mucho esmero y dedicación.
El famoso papel carbónico ayudaba
a copiar las notificaciones, que se utilizaban para agilizar el trabajo,
especialmente cuando se quería informar algo importante para compartir en casa.
Eran las famosas “notitas”.
Los mimeógrafos eran infaltables.
Buscábamos biromes que no andaban para marcar los trabajos, en esas hojas tan
finas, en ellas volcábamos tareas o pruebas que se debían cumplir. Estos salían
muy parecidos a las modernas fotocopias en colores blanco y negro. El portero
se encargaba de hacer el trabajo con una tinta y maquina especial.
Mi experiencia personal de haber
incorporado un idioma que no es madre fue muy gratificante.
Fueron muchas los cambios que se
fueron incorporando a esta enseñanza, ya que tuvimos que hacer muchos cursos de
perfeccionamiento y actualización y aplicar distintas técnicas.
Lo utilizado o confeccionado no
se compraba en ningún quiosco ni librería de Rosario. Solo se conseguía muy
poco en Buenos Aires.
Las planificaciones escritas en
otro idioma debían ser aprobadas por las directoras y disfrutadas por quienes
eran los receptores de esta gran tarea.
Se jugaba, se cantaba, sin querer
las repeticiones con músicas inventadas ayudaban a incorporar este idioma, que
no se manejaba en las calles y ni siquiera en los hogares. Las criaturas se
transformaban en pequeños grandes maestros.
Soy una agradecida de haber
podido especializarme en esta tarea con tantas especialidades. Realmente disfruté
mucho de enterarme de lo valioso que estaba preparando con tan poco.
El trabajo se transformaba en algo tan
natural, creativo y sobre todo rico a la vez.
Hoy, a la distancia, recordando
lo escrito no me daba cuenta de cuantos aprendizajes me dejo esta noble y
hermosa tarea.
Aprender y enseñar a la vez.
Hermoso relato...me encanto...
ResponderEliminar¡¡muchas gracias por escribirme!! me gusto tu comentario.
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Ety, algunas cosas en común tenemos. en mis comienzos, el mimeógrafo era una pasta que hacíamos preparar en la farmacia y escribíamos con una tinta especial para ese fin. Pluma y tinta. Qué época. Cariños Ana María.
ResponderEliminar¡¡muchas gracias por escribirme!! me gusto tu comentario.
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Amiga que orgullo tu profesión, poder dar un futuro a cuantos niños. además de recordar como se trabajaba sin la tecnología actual. Muy bueno.
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Ety, qué trabajo y cuántas ganas!!. Y como ese esfuerzo se veía premiado sólo con ver el adelanto de los niños, ésto porque creo que "el sueldo" nunca compensa todo el amor que cuando se es DOCENTE se pone en el trabajo. Y es cierto, que si uno está atento, siempre puede aprender algo de los niños. Muy bueno tu recuerdo! CARMEN G.
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