martes, 6 de mayo de 2014

Otros tiempos

Por María Rosa Fraerman

Rebeca era su nombre y, un día de 1930, con tan solo treinta y nueve años partió para siempre, dejando a su hombre solo con cinco hijos.
A David no le fue fácil educarlos, en aquellos tiempos de tanta miseria y el dolor por la pérdida de su madre, los hizo madurar siendo muy pequeños.
Cada uno hacia una tarea diferente. Algunos dejaron la escuela para salir a trabajar. La presencia de una mujer en la casa para contenerlos era más que urgente.
Después de un tiempo y luego de haber hecho el duelo por su esposa, David toma la decisión de conocer a Lucía. Ella vivía en Moisés Ville, a partir de su llegada a la Argentina en 1908, desde su Rusia natal, escapando de la guerra y el hambre con tan solo quince años, junto a sus padres y once hermanos.
A los treinta y siete años debe enfrentar la vida sola y con dos hijos, dedicada a las tareas agrícolas, y con todo su empeño para progresar se adapta rápidamente a una nueva cultura y un idioma diferente.
Pero ella necesita a un hombre a su lado y está ansiosa por conocerlo.
Un día David viaja a la provincia para conocer a Lucía, lo acompaña su hijita Ana de tan solo diez años. Al llegar a la puerta de su casa, ven a un niño jugando a la pelota, es Isidoro, el hijo de Lucía que los invita a entrar, ellos se miran con desconcierto y asombro.
David y Lucía se casaron, ella se convertiría en una madre amorosa y abnegada para sus hijos.
Más de veinte años pasaron y muchas cosas sucedieron, pero lo más sorprendente es que Isidoro y Ana, esos niños que un día se miraron con ojitos de asombro, se habían enamorado.
Después nací yo.

2 comentarios:

  1. Que hermosa historia, pensar que nunca buscó una pareja, siempre la tuvo a su lado, parece un cuento de hadas.
    Un relato tan romántico como eres tu amiga.
    Un abrazo.

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  2. Gracias Luis por tus palabras tan reconfortantes

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