Por Juan José Mocciaro, Rosario,
Barrio Las Malvinas (ex Refinería), 4 de julio de 1947
En la ciudad de Pérez, cerca de
Rosario, todos los años se organizaba el “Día del Conscripto”. Era un baile
popular que se realizaba un día sábado al año en el Club Unión, cuya finalidad no
solo era reunir a los futuros conscriptos, sino que todo lo recaudado se
repartía entre los de la clase que le tocaba el servicio militar.
En los talleres del Ferrocarril
se colocaban propagandas, que invitaban a la muchachada a tal velada. Dos
compañeros del trabajo acudieron a tal invitación.
Llegó el sábado tan esperado, en
el baile sacan a bailar (cabeceando) a dos bellas chicas. Ya en la pista, entre
pieza y pieza se ponían a conversar. Una de ella les dice: “¿Ustedes no serán
ferroviarios?”. En ese momento, mis amigos se quedaron atónicos por la manera y
el timbre de voz de la pregunta, y se miraron. Lo que pasaba era que ellas
vivían en esa ciudad y estaban hartas de ferroviarios. Por tener los talleres
frente a sus casas, permanentemente los veían entrar y salir, más aún los
familiares y amigos también trabajadores del riel, de esa.
Entonces, uno de ellos les
contesta para salvar el momento: “Somos estudiantes de la Universidad en
Rosario”. Todo siguió viento en popa. Después de esa noche salieron en varias
oportunidades y las cosas estaban bastante encaminadas, pero la mentira como
dice el refrán “tiene patas cortas”.
Un día sale el tren obrero de los
talleres y en el primer paso a nivel tiene que parar, porque venía otra
formación que iba a Casilda. Como era verano, estos dos amigos que siempre se
sentaban juntos tenían las persianas de madera baja por el sol, y uno no tuvo
la mejor idea de levantar la ventanilla para ver porque se había detenido el
tren y justo estaban esperando cruzar las vías las dos chicas con sus
bicicletas, para sorpresa de los cuatro y, presagiando el fin, nunca más la
volvieron a ver.
¡Cómo cambian los tiempos! El
prestigio del ferroviario cambió con el correr de los años. Mi padre me contaba
que de joven, cuando iban a un baile, le daban el carné de ferroviario a un
amigo para que se lo llevara al locutor y anuncie que se había encontrado un
carné de ferroviario extraviado, anunciando el nombre y apellido; y, cuando lo
iba a buscar al escenario, las madres de las chicas le decían “ese te conviene
es ferroviario y gana bien” y el amigo bailaba toda la noche.
Muy buen cuento asi conservamos anécdotas de otros tiempos
ResponderEliminarMe encanto. en mi pueblo también estaba el baile del conscripto. Era una despedida. no se recaudaban fondos y cuando venían de visita eran mimados.
ResponderEliminarMe gustan tus relatos, llenos de gracia y ternura.
ResponderEliminarMaria Rosa Fraerman
Muy bueno, no podrían volver a repetirse esas historias? Adaptándonos a la realidad ?Cariños. Ana.
ResponderEliminarCuántas anécdotas ! Hoy no se escuchan comentarios tan llenos de vivencias ... Será que las pantallas y la TV con sus grotescas presentaciones de los otros ocultan nuestras experiencias??? Sus relatos me divierten y hacen recordar las características de una época. NORA
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