Por Carmen
Todas las estaciones del año
tienen que ver con nosotros y con la cercanía mayor o menor de la Tierra con el
Sol. Esto influye en nuestro físico y también en nuestra psiquis, para bien o
para no tan bien. Algunos se fastidian mucho con el calor y otros ni quieren
pensar en el frío. Yo me declaro amante de la vida y de la naturaleza y, a
pesar de que el calor me fastidia, amo las noches de Verano, amo meterme en el
río, en el mar, buscar la sombra cuando ya el sol me saturó, tomar una cervecita
helada...
La Primavera... ¿a quién no le
gusta con sus aromas, sus colores, el buen humor de la gente que se contagia?
Pero, para mí, el Otoño tiene mensajes especiales, que percibo, que me agradan
y me hacen sonreír. Admito que soy una nostálgica y qué mejor que una calle
colorida de hojas para transitarla oyendo el crujido y observando los distintos
amarillos; mientras una brisa casi fría te acaricia el rostro y se encarga de
tu pelo. La gente comienza a guardarse en sus casas y por ahí, tenés la suerte de
que por una ventanita que da a la calle se filtre el aroma de una rica comida
que te recuerda otros otoños de tu vida, cuando mamá o, tal vez, la abuela, te
esperaba en casa, a la vuelta de la escuela, con ese plato siempre rico y
único, calentito para abrigarte por dentro... y por fuera, con la misma
pregunta de todos los días, pero que servía para empezar la charla: “¿Cómo te
fue en la escuela?”. ¡Cuántas otras cosas!... Solo dura tres meses, pero tiene
una colita: el Invierno, que también me agrada.
Me veo en casa, con mi abuela y su bata de “pirineo”
verde, preparando el afrecho para las gallinas, y yo con ella, o ella conmigo y
el gran fuentón, humeante, que llevábamos
entre las dos hasta el gallinero para alimentar a la pollada.
Muy poética tu semblanza. Las estaciones marcaban pautas sobre todo alimenticias donde la abuela jugaba rol principal.
ResponderEliminarMe recordaste el gallinero del fondo de casa que debía cruzar para ir al baño que como era costumbre se encontraba bien al fondo.
Un abrazo.
El perfume de las glicinas en primavera,las tostadas de las mañanas de invierno, y mi abuela, en el gallinero recogiendo los huevos con ese sabor tan especial.
ResponderEliminarCarmen gracias por el recuerdo.
Maria Rosa
Gracias por este relato Carmen, el gallinero era un sector de mi casa vieja, donde mi mamá sacaba los huevitos frescos para que los comiéramos crudos!!! Decía que así nos alimentaban más. Cosa que ahora no se podría hacer!
ResponderEliminarHermoso el relato
Elena Itati Risso