Por Ofelia Alicia Sosa
Rosario, 24 de diciembre de 1962.
Día ansiosamente esperado por mis
primos, hermanas y yo. También por la abuela, tíos, mi madre y mi padre.
Pino azul natural, en el medio
del patio. Adornado por lo aportado por cada familia.
Borlas, tarjetas, flores y
guirnaldas que hacíamos con mis hermanas. Copos de algodón que reemplazaban la
nieve que tan sólo veíamos en las tarjetas navideñas.
Por la mañana temprano aparecía
el mateo, que traía las barras de hielo que iban directamente al piletón, donde habitualmente se lavaba
la ropa a mano.
A medida que llegaba la familia,
colocaban directamente las botellas en ella, para que estuvieran frías en la
noche tan esperada.
Noche de regalos, comidas,
brindis y alegría.
En ese día las señoras de la casa
cocinaban, preparaban la mesa del comedor principal con los manteles de hilo
blanco bordados por la abuela, cubiertos y copas relucientes.
A las ocho de la noche comenzaban
los saludos y brindis con los vecinos. Mientras la tía Dora se disfrazaba de
Chirolita (personaje de la época) y anunciaba a los niños que entre las macetas
y plantas del jardín había moneditas que debíamos buscar, y el que las
encontraba era su dueño. Forma hábil de entretenernos para que no molestáramos.
A las diez en punto la abuela
Eugenia tocaba la campanita para llamarnos a la mesa.
Allí nos entregábamos a los
suculentos platos, que las madres habían creado para lucirse.
Nosotros, los niños, esperábamos
el momento de las doce de la noche, hora en que nos llevaba mi papá a tirar las
cañitas voladoras y ver la rueda de diferentes colores que veíamos desde una
distancia que los adultos consideraban prudente.
Cuando el show terminaba,
corríamos a abrir los regalos que Papá Noel había dejado debajo del árbol.
De ahí en más, nosotros jugábamos
con los juguetes hasta quedar dormidos.
¡Qué hermosa noche habíamos
pasado!
Luego, por la mañana, seguíamos entretenidos con
las muñecas y demás regalos recibidos por habernos portado bien, esperando
nuevamente la reunión familiar que se armaba al mediodía con los sobrantes de
comida de la Nochebuena, dando así por concluido el festejo de Navidad.
Navidad del centro la tuya, en aquella época nos vestíamos para recibir la nochebuena engalanados, hoy sólo importa la comida y música estridente, beber hasta el hartazgo, mucha pirotecnia y nadie recuerda el espíritu de la navidad. Era una fiesta de familia...
ResponderEliminarMe encantó este recuerdo.
Un abrazo.