lunes, 26 de mayo de 2014

Hablemos de la infancia

Por Carmen G.

Si yo tuviera que hablar de la infancia, retrocedería en las alas del tiempo y hablaría de mi propia infancia. Sí, de esa infancia donde los colores tenían dueños. ¡Ninguno escapaba a mi vista! Todos acudían a formar parte de mi mundo; a medias, fantasía; a medias, realidad.
El verde, pródigo y generoso, todo el año presente, pero más intenso en primavera, tiñendo con sus distintas gamas las copas de los árboles, alfombrando suavemente las plazas, los campos…
El amarillo, el rosa, el lila salpicando las plantas de mi casa, inundando las calles de mariposas y, otras veces, pintando con gruesos trazos el cielo del crepúsculo para que mi imaginación de niña, llena de fantasía, tratara de descubrir en esas raras formas mil y un personajes de leyendas.
El azul intenso y el plateado, llegaban en las noches claras, invadiendo, como un manto de lentejuelas brillantes, la tranquilidad nocturna. Azul, azul profundo, lago invertido donde la enigmática luna navegaba, lenta y silenciosa, en busca del nuevo día que traería consigo los rojos del amanecer, de los malvones, de los vestidos de mis muñecas, del “¡Muy bien!” de mi maestra y de esa rosa aterciopelada, que me espiaba en el fondo desde el tapial de mi vecina.
El gris, acompañado de un intenso olor a tierra mojada, me acomodaba detrás de los vidrios del balcón, para acariciar mis oídos con el arrullo de la lluvia.
Y muchos, muchos más, en sus infinitas gamas. Algunos se siguen adueñando de mi presente. A otros los he perdido. ¡Tengo que recuperarlos!


3 comentarios:

  1. Como la paleta de un pintor! No dejes de escribir, pero tampoco de pintar! Ahora pude entender mejor. Cariños. Ana María.

    ResponderEliminar
  2. LA PINTURA ES TU FUTURO, NO LO DESAPROVECHES

    ResponderEliminar
  3. Me pongo de pié para aplaudir su romanticismo señora poetiza.
    Excelente manera de conjugar colores.

    ResponderEliminar