Por Ana Teresa Padovani
anatepadovani@hotmail.com
Había nacido en Campana, allá por
1911. Fue el menor de varios hermanos. Perdió a su mamá solo a los 11 años y su
vida cambió para siempre. De él se hizo cargo su hermana mayor, que ya tenía tres
hijos y lo crió como pudo.
Llegó a su juventud y era muy
buen mozo. Ojos claros, cabello muy rubio, pinta de galán y él lo sabía.
Le tocó trabajar desde muy joven en
lo que podía hasta que entró a una gran empresa, logrando ya algo más estable.
En ese momento llega el amor y
forma su familia, cuando lo envían a San Lorenzo, a iniciar una nueva fábrica.
No fue alguien que se destacó en
grandes cosas. No hizo deportes. No escribió un libro. Quizá, y muy de vez en
cuando, ganó algún partido de bochas. Era bastante orgulloso y, tal vez, el
único sueño que tuvo fue ser una buena persona, buen padre, mejor esposo y lo
logró.
Siempre me pregunté por qué de
niña nunca pude decirle cuanto lo amaba... era esa época en que el amor se
demostraba de otra manera.
Sus brazos siempre estaban
abiertos, y en ellos encontraba la seguridad y la tranquilidad que otra cosa no
me daba.
Trabajaba de turno. Cuando le
tocaba de noche, esos días eran para mí noche de fiesta, pues se me permitía
compartir con mamá la cama grande hasta que él llegara, generalmente, a las
cuatro de la mañana.
Cierro los ojos y lo veo tomándome
en sus brazos y medio dormida me llevaba a mi cama y yo me acurrucada en ellos.
Recibía ese beso de las “buenas noches”, mientras sentía fuerte su cariño.
Me enseñó a crecer, alegre,
amable, agradecida. La vida que soñaba para mí era simple...
Sé que no era perfecto...pero
siempre fue honesto...y perfectible.
Sí fue un gran educador y eso me
sirvió para toda mi vida.
Con los años y con la llegada de
sus nietos, cada vez se ponía más tierno. Creo que el amor a ellos lo superaba.
Se fue como había vivido, rodeado
del afecto de sus amigos y sobre todo de su familia, que tanto amaba y por la
que vivió...dejándolo todo en orden..
Al pensar en él, esbozo una
sonrisa, sobre todo cuando veo que todos sus nietos y algunos bisnietos llevan
su nombre: Tomás.
Entonces, solo puedo decirle: ¡Gracias!
Qué suerte Ana, por tener un papá que te dejó un capital tan importante !!! Te dejó humildad, fortaleza y elevados valores,
ResponderEliminarTodo eso se puede percibir ante tu presencia. Hay recuerdos del pasado que merecen traerlos al presente. Gracias. Ofelia.
Nunca nos enseñaron a ser padres, pero aprendimos del amor y el recuerdo que nos dejaron...
ResponderEliminarHermoso homenaje a quien supo darte ese amor que hoy merecidamente agradeces.
Un abrazo.