lunes, 19 de mayo de 2014

Recuerdos de mi infancia. Un autito hecho con mis manos y los consejos de papá

Por Alberto Nicolorich

Revisando en el canasto de los recuerdos vienen a mi mente algunos pasajes de la infancia que me han marcado para toda la vida.
Veo la figura de mi padre en casa haciendo mucho trabajos de arreglo y construcción de cosas, que me motivaron a adquirir una especial habilidad para hace hacer trabajos manuales, como comenzar a realizar juguetes para competir con mi grupo de amigos. Recuerdo que siempre nos juntábamos en un campito que estaba al lado de casa a jugar, éramos 4 o 5 y en el terreno preparábamos pistas para correr con autitos, uno de ellos tenía un autito de Turismo de Carretera de plástico y nosotros corríamos con lo que teníamos a mano.
 Una vez mi Padre me dijo, pedilo prestado para copiárselo y así hice. Para mi sorpresa, en casa tenía un cuadrado de madera balsa, muy fácil de modelar. Después de días y horas dándole forma con un bisturí que papá no usaba, comencé la ardua tarea de convertir la madera en un auto, siempre consultando y recibiendo consejos, que hacían que se empezara a vislumbrar lo que quería. Cuando el cascaron estuvo terminado, comenzó otro problema y era colocarle las ruedas. Tuve que ahuecar los guardabarros y con alambre que me proveía del consultorio de casa, comenzaba a hacer los ejes y la suspensión, que era con las ballenitas que sacaba a las camisas que encontraba en el ropero.
Todo iba fenómeno, pero otra complicación: faltaban las ruedas. Después de mucho renegar y cortar madera y tirar, pues nunca quedaban redondas, entonces otra vez la voz de la experiencia aparecía justo en el momento oportuno y con una simple frase: “¿Por qué no usas la tapita de los frascos de penicilina que eran de goma?”. Solucionado el ultimo inconveniente, ahora sí a juntarnos con la barra a correr.
Después de que terminaba el día, sucios de tierra hasta la cabeza, pero con el alma rebosante de alegría, pues ese auto me había costado sudor y lágrimas; y lo hice con la supervisión de ese maravilloso ser que me enseñó que en la vida lo mejor se consigue con paciencia y esfuerzo.
Son estas cosas las que hacen que con el tiempo te des cuenta que sencilla que era la vida en esa época y que, sin saberlo, teníamos todo lo que necesitábamos para ser felices.

2 comentarios:

  1. Alberto, me enterneció tu relato, ya que recuerdo a mis hermanos fabricando juguetes. Realmente, con qué poco éramos tan felices. Cariños. Ana María.

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  2. Que bueno que los chicos que en la actualidad están siempre aburridos pudieran aprender lo que significa crear y el orgullo posterior de haberlo realizado. Sobretodo hoy que todo es comprado o virtual y el único valor que se puede considerar en el de compra.
    Un abrazo, me encantó.

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