jueves, 15 de mayo de 2014

¡Las nenas son retranqui!

Por María Victoria Steiger

Mis padres son de Rosario, pero por trabajo se establecieron en Mendoza capital.
Vivíamos en una casa enorme con habitaciones grandes, patio, jardín con parral, plantas de tomates y distintos árboles.
No era de lujo, pero se adaptaba al trabajo de mi padre, que era en la parte de adelante.
Somos una familia grande, seis mujeres y un varón que nacimos en Mendoza, y la octava hermana acá en Rosario.
Intento acordarme de algunas cosas en relatos cortos como si los tuviera que contarles a mis nietos.
Quizás cuando uno pretende que el o los chicos se “porten bien”, no sería lo mejor.
Quisiera empezar con mi primera experiencia.
Un día jugando muy a lo “indio” saltábamos en el sillón del escritorio de mi papá, lugar prohibido y un poco lejos de la vista de todos.
Era un espacio grande, biblioteca, escritorio lleno de cosas tentadoras para nosotras.
Había tintero, lápices reglas y no sé qué más.
¿Qué agarramos? Quién me acompañaba en esto?
¡Mi hermana mayor! Las dos queríamos una reglita de metal relinda. Me la saco, se la saque y así una y otra vez. La “lucha” continuó y ¿qué pasó?
La regla fue a dar entre mis cejas.
Se armó un griterío. Yo no sentía nada, pero todos me miraban por todos lados y no encontraban bien qué tenía. Había sangre por toda mi cara y ropa.
Mis padres me agarraron fuerte para saber dónde estaba el corte. Así, toda quieta, era fácil ver.
La pregunta era: ¿cómo estábamos ahí y cómo nadie se había dado cuenta? Esto quedó flotando porque en ese momento la cuestión era: ¿qué hacemos con la nena?
Mi mamá se quedó con mis hermanas y mi papá me llevó con un medico cirujano.
Era otra época, no había obra social, urgencias a domicilio, apenas teléfono para saber si el médico podía atenderme.
Fuimos al sanatorio, me pusieron dos ganchitos de metal que para mí eran relindos.
Así fue como aprendí que los cortes en la cara sangran mucho, pero en realidad no en ese momento, ni para siempre.
Hubo otros cortes. Nos íbamos turnando para que nuestros padres no se aburrieran.
Siempre escuche lo lindo de ser todas nenas por lo tranqui que son, pero ¡no era nuestro caso! 

5 comentarios:

  1. Todas las nenas normales que conozco son así, revoltosas, que no temen al peligro, mi nieta menor es un terremoto con su año y medio.
    Hermoso recuerdo Maria.
    Un abrazo.

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  2. A medida que leía los detalles de mi casa, recordaba la mía que era igual ... sin la planta de tomates. Está tan bien relatada
    que me parecía estar mirando la escena. Buenísima. Gracias por hacerme recordar.

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  3. Las travesuras es lo mas lindo de la niñez , que lindo es tener muchas historias para contar ,como la que relataste con tanta ternura.
    Hemoso Maria Victoria.
    Maria Rosa Fraerman

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  4. Me encanto este relato!

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